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Opinión: ¿Qué hacer con Siria?

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Por Carlos Rajo

La última masacre de civiles en Siria ha generado no sólo la esperada condena de la comunidad internacional sino además el llamado urgente y dramático del enviado de paz al país árabe, el ex Secretario General de la ONU, Kofi Annan, para que se actúe rápidamente y de manera unida para evitar más derramamiento de sangre.

“Si las cosas no cambian, el futuro será de brutal represión, masacres, violencia sectaria y aun la posibilidad de una total guerra civil”, señaló Annan en una comparecencia ante los miembros del Consejo Seguridad de la ONU.

La visita de Annan a la ONU se daba en momentos en que el mundo poco a poco se iba enterando de los detalles de la nueva masacre. Se sabe ahora que han muerto entre 50 y 80 civiles en la localidad de al-Qubair, en el noroccidente de Siria, cerca de donde se produjo la otra masacre hace diez días donde murieron 108 civiles. En ambos casos, se culpa a milicias leales al gobierno sirio de ser las responsables de las muertes. El gobierno sirio niega estas acusaciones.

Annan no es un tipo que exagere en sus palabras. Como buen diplomático siempre guarda las formas y aun en los peores o más tensos momentos nunca alza la voz o pierde la compostura. Su llamado a la acción entonces ha sido tomado en serio tanto en las diferentes capitales del mundo donde se tiene el poder para hacer algo sobre el conflicto sirio como entre los que simplemente siguen de cerca los trágicos desarrollos en Siria.

A excepción quizá de un par de aliados del gobierno sirio a los cuales sólo les importa la sobrevivencia del régimen del Presidente Bashir Assad, el resto de la comunidad internacional coincide en que hay que parar las masacres y, por supuesto, comparte el llamado de Annan de que hay que unirse y hacer algo. El gran problema es ¿qué hacer?

El plan de paz del mismo Annan está hoy por los suelos ya que no sólo no cesó la violencia, sino que se han dado más masacres y muertes de civiles. Los observadores de las Naciones Unidas enviados a Siria no han sido capaces de detener el conflicto y hoy incluso ni siquiera se les permitió visitar el sitio de la última masacre. En una frase, nadie cree en ese plan de paz.

¿Qué más se puede hacer entonces? La verdad no hay respuestas fáciles al problema sirio.

Lo obvio para algunos luego de la literal “tirada de toalla” de Annan en su gestión de paz, es que Estados Unidos haga algo. Bien una intervención militar directa o al menos el que provea de armamento a los rebeldes que combaten al gobierno sirio. Ninguna de las dos alternativas le agrada a la Administración Obama.

El ejército sirio no es de derrotar tan fácilmente -se podrá hacer, por supuesto, pero es complicado. Se corre el riesgo de crear otra situación de insurgencia local como sucedió en Irak y lo peor, nadie sabe quiénes son realmente los rebeldes sirios -¿tienen vínculos con elementos fundamentalistas o ‘terroristas’ como Al-Qaeda?

Una intervención militar, además, sólo puede ser legal si se cuenta con el respaldo de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU y en este momento no es posible ya que Rusia y China vetarían tal resolución. Rusia en particular es un aliado del presidente Assad y al parecer está dispuesto a apoyarlo hasta las últimas consecuencias. Oponerse a una resolución que quiere Estados Unidos le cae bien al líder ruso Vladimir Putin ya que con ello se presenta como defendiendo el rol de Rusia como potencia internacional.

Alguien dirá que cómo es posible que o bien Estados Unidos no quiera involucrarse más directamente en lo que pasa en Siria o que Rusia defienda hasta lo último a un gobierno que está en guerra con su propia población y que ha sido acusado de salvajes violaciones a los derechos humanos.

Lo de Estados Unidos es no sólo por el asunto legal de la resolución del Consejo de Seguridad, sino también porque no hay apetito para otra aventura militar después de lo de Irak y Afganistán. Es tal la incertidumbre sobre lo que pueda resultar luego de la caída de Assad que la Administración Obama opta por mantenerse a cierta distancia del conflicto mismo. Condena al gobierno sí y demás bla, bla… pero no hace más. Y en parte por una razón de puro realismo político: no hay ninguna buena alternativa.

Lo de Rusia tiene que ver con que Siria es su principal puerto de playa en el Medio Oriente -utilizan un puerto sirio para reabastecer sus barcos y submarinos-, porque le venden armas al gobierno sirio y porque en general ven a Siria, y su alianza con los que ahí hoy gobiernan, como un contrapeso a la presencia e influencia de Estados Unidos en la región.

Aun cuando Annan no lo dijo abiertamente en su intervención ante el Consejo de Seguridad, el enviado de paz ha venido trabajando en un plan alternativo para Siria. La idea sería formar una especie de grupo de apoyo o “de contacto” integrado por varios países y que sean ellos los que tomen las decisiones sobre cómo parar el conflicto y sobre el futuro político de Siria. Lo novedoso es que en este grupo estarían varios países aliados de Siria tales como Rusia misma e Irán. En el grupo estarían también Estados Unidos, la Unión Europea, Arabia Saudita y Turquía entre otros.

El nuevo plan de Annan sigue siendo sujeto de conversación y no es claro que será aceptado, ya que por supuesto tendrá frente así el principal problema que hasta hoy todos han confrontado: cómo convencer al presidente sirio Assad que su tiempo en el poder se acabó. Y aun peor, cómo ponerse de acuerdo sobre quién lo sustituirá en una sociedad dividida hasta la muerte según el origen sectario de cada grupo (shiitas, sunnis, alawitas -también son shiitas-, cristianos, kurdos). Se necesitará de toda la muñeca diplomática y política de Annan para que su plan del grupo de contacto funcione. Por hoy, con la segunda masacre en dos semanas, se confirma que su original plan de paz de seis puntos ha volado en pedazos.