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Enrique Peña Nieto, un candidato joven en un acto partidario que hizo recordar al viejo PRI

Enrique Peña Nieto, un candidato joven en un acto partidario que hizo recordar al viejo PRI

Columna de opinión

Por Carlos Rajo

Enrique Peña Nieto, el político de 45 años del Partido Revolucionario Institucional (PRI) que según las encuestas es el favorito para convertirse en el próximo presidente de México, oficializó el domingo su candidatura para la elección de 2012. Un candidato joven en un acto partidario que hizo recordar al viejo PRI.

El motivo para la fiesta priísta fue que el domingo se abrió y se cerró -un periodo de apenas unas horas- el plazo para la inscripción de candidatos presidenciales. La idea de este plazo es que puedan inscribirse varios candidatos y generar una elección interna que permita la discusión de plataformas y programas de trabajo. Peña Nieto sin embargo, fue el único candidato. Y ésto por supuesto ya se sabía. El otro político que podría disputarle la candidatura, el senador Manlio Fabio Beltrones, decidió tirar la toalla por anticipado. No había manera de siquiera hacerle cosquillas al elegido.

Cosas extrañas estas del PRI. El partido que gobernó México por más de 70 años y que ahora ha estado fuera del poder por más de una década, insiste en que se ha renovado. Que ya no es el mismo de cuando era el partido de Estado (partido y Estado mexicano eran una misma cosa) y que su propuesta es la necesaria para sacar a México de la actual crisis (de violencia, de pobreza, etc.). Por lo que sucedió el domingo y en los días previos sin embargo, queda la impresión de un PRI que no ha cambiado mucho.

Es cierto, a diferencia de antes por ejemplo, Peña Nieto no fue designado por el Presidente o la cúpula partidaria. Su nominación surge como algo inevitable: es tan popular entre los priístas que nadie en su sano juicio se atrevió a desafiarlo. Con todo, fue una nominación a la cual le falto un elemento central en cualquier partido moderno: una elección interna. El argumento que se da para no hacer la elección es no sólo que obviamente nadie se inscribió para pelearle el puesto a Peña Nieto, sino más importante, que por “la unidad partidaria” era mejor no hacer una contienda interna.

Sólo el tiempo dirá si en efecto ha prevalecido la “unidad partidaria”. Beltrones no asistió al acto del domingo y en el discurso de Peña Nieto apenas se le dedicó una mención de una línea al también ex gobernador de Sonora. Lástima que nos perdimos de este debate ya que Beltrones es uno de los políticos más serios en México y quienes tiene propuestas sobre el país y el sistema político mexicano en particular (potenciales gobiernos de coalición, etc.) que hubiese válido la pena ponerlas en la mesa de discusión pública. La impresión que queda es de un PRI que prefirió no debatir debido a lo sucedido en las últimas dos elecciones: divisiones internas que lo dinamitaron y le hicieron perder.

Lo del domingo entonces fue una especie de coronación de Peña Nieto. En el mejor estilo del PRI cuando estaba en el poder, al acto asistieron políticos de todo el país y de los tres sectores que integran el partido. Desde ancianos líderes que todavía controlan las centrales sindicales que domina el PRI hasta más jovenes dirigentes partidarios copiando “el copete” y “gel” que luce siempre el candidato.  Algunas crónicas de la prensa mexicana señalan incluso que es tal la unanimidad con Peña Nieto y el deseo de quedar bien con él, que hasta la vestimenta es similar a la de quien ya llaman el próximo presidente de México: saco oscuro, camisa blanca y corbata roja.

Lo del PRI y sus prácticas políticas por supuesto, no es algo que exista en el vacío. En gran parte es resultado de la sociedad mexicana misma. El que se siga haciendo el mismo ritual del pasado y que aun así el electorado en teoría lo acepte -obviamente será hasta el día de la elección que se sabrá si esto cierto- otorgándole al candidato una ventaja enorme de veinte puntos o más en las encuestas, indica que la gente se siente cómoda con este PRI de 2011. Que por cualesquiera razones han decidido -de nuevo, al menos por el momento- que ni el conservador y gobernante PAN y ni el opositor de izquierda PRD les satisfacen.

Faltan muchos meses para la elección presidencial, sin embargo, a no ser que se de un terremoto político, el candidato del PRI lleva todas la de ganar. Dos son al menos los peligros que tiene frente así: que haya división en el partido o que le gane la arrogancia y cause el enojo o el alejamiento de muchos votantes.

Lo de la división ya se dijo. Cuando el PRI va dividido, pierde. Sobre la arrogancia, hay precedentes. En la elección de 2006, el candidato del PRD López Obrador llevaba una ventaja similar a la de Peña Nieto. Es cierto, le jugaron sucio con ataques personales y demás, y hay unos que siguen pensando que hubo fraude, pero lo cierto es que el principal daño se lo hizo el mismo candidato con su arrogancia. Por hoy y luego del ritual del domingo, Peña Nieto está más cerca de esa “costa” -por utilizar el término del columnista Ciro Gómez- que es la Casa Presidencial de Los Pinos.