La periodista Jo Piazza publicó recientemente un libro titulado “Cómo estar casado” y para ello viajó a 20 países alrededor del mundo durante un año, y al parecer el que más aportó a su búsqueda de consejos para tener un matrimonio feliz, fue Francia, por un increíble tip que las mujeres de París, le dieron.
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Después de sentarse a hablar con un grupo de mujeres francesas, Jo comprendió por qué los hombres de aquel país ven a sus esposas con “una mezcla de pasión y curiosidad”, pese al paso de los años, los problemas de pareja y demás situaciones que se viven a lo largo de una vida juntos.
El consejo de todas esas mujeres fue: “Compórtate como si fueras la amante de tu esposo”. Por supuesto que al inicio estas palabras desconcertaron a Piazza, pero continuó escuchando y le dieron una pequeña guía para triunfar en el intento.
1. Evita las quejas
Todo se basa en la confianza en sí misma. “Cuanto más te ames, más te amará tu marido”. Quejarse de la apariencia física, según las mujeres francesas, solo hará que tu pareja te perciba de la manera en que te describes. Por eso es mejor hacer halagos de tu propia persona.
2. Deja de ir al baño con la puerta abierta
Esto para mantener un poco de enigma en la relación.
3. Habla de cosas interesantes
Olvídate de los problemas de la casa, de todo lo que te molesta en el trabajo y demás cosas, que también se convierten en quejas.
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4. Durante la cena o una salida olvídate del celular
En esta época es común no despegarse del celular, pero no usarlo durante una cena romántica u otra cita por el estilo, te ayudará a disfrutar más del momento.
5. Camina desnuda por tu casa
Tira la pijama vieja con la que sueles dormir y antes de ir a la cama camina desnuda por tu casa, o en sexy lencería.
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Jo Piazza puso en práctica todos estos consejos al llegar a su hogar en Estados Unidos. En una cena se sintió culpable por todo lo que había comido y en lugar de decir algo como “me siento gorda”, optó por expresar lo delicioso que estaba la comida. “Deberíamos comer así todas las noches”. Y ahí notó el primer cambio, un delicado beso que su marido le dio después de su comentario positivo.
En otra ocasión recibió mensajes del trabajo, y optó por responderlos en el baño, así evitaba romper con el momento entre su esposo y ella durante la cena.
Además, meditó sobre que a veces trataba a su marido peor que a esas personas que no le caían bien, porque vaciaba sus quejas y lo malo de su día en él. Cada que tenía un reclamo sin sentido, reemplazaba esas palabras que terminarían en una discusión absurda, por preguntas de lo que había sucedido en su día.
“En realidad no sé si esto hizo más feliz a mi marido. Pero la diferencia fue que me hizo más feliz a mí”. Libre del hábito de quejarse, se sintió más ligera.
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El caminar desnuda por la casa para sorprender a su marido fue un reto que terminó en caos, pues su grande perrita terminó rasguñándola y su marido riendo, pero curando sus leves heridas. Al final resultó bien.
Jo solía dejar la puerta abierta del baño y platicar con su esposo. Decidió cerrar la puerta y comenzar a enviar mensajes, para mantener el misterio.
Finalmente cuando la semana terminó le preguntó si la vida era mejor con todos esos cambios; la puerta del baño cerrada, el teléfono fuera de la mesa, los halagos. Y él respondió: “¿Honestamente? No me di cuenta”.
Con información de Women's Health
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