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Probé la dieta Paleo durante una semana y esto fue lo que pasó

En un esfuerzo por comer más saludablemente, me "convertí" a la dieta Paleo por una semana completa. Entérate qué tal resultó, y lo que aprendí.

Debo confesar que mi dieta no suele ser muy saludable: bebo mucha cola light, me alimento sobre todo de ensaladas, quiches y sándwiches (porque, ¿quién tiene tiempo de cocinar hoy en día?) y jamás dejo pasar un chocolate sin al menos probar un bocado.

A mis 31 años, me pareció momento apropiado para probar una alternativa más saludable, como la dieta Paleo, que consiste básicamente en consumir alimentos que los hombres de las cavernas podrían haber conseguido: muchas verduras, frutas, carnes y pescados, además de semillas y huevos. ¿Los prohibidos? Las legumbres y las comidas procesadas, como el pan, los refrescos y los lacteos. 

Así fue mi experiencia:

Día 1

Me tomé el tiempo de prepararme un rico desayuno con avena y un jugo de naranjas, pero al mediodía, y en medio de mi jornada de trabajo haciendo home office, solo me detuve a abrir una lata de atún y partir un tomate al medio.

Por las dudas de que no estuviera permitido (y porque aún me sentía súper disciplinada), me salté el vinagre, y comí mi “mini ensalada” sin condimentar, y tampoco la acompañé con ninguna galleta. No fue muy satisfactorio, la verdad, pero todo sea por sentirnos más saludables, ¿verdad?

Día 2

Al fin, sábado. Luego de un quick smoothie de manzanas, naranjas y apio (que me quedó delicioso, debo admitir), fui al mercado de productos orgánicos para comprar provisiones. Me tenté con una rica granola preparada con semillas, nueces y frutas secas, además de con vegetales, frutas y algunos cortes de carne. 

Foto: Cortesía Voices Inc. 

Armada con estos hallazgos, fui a casa y cociné un wok de vegetales y pollo. Mi esposo, encantado.

Día 3

Los hombres de las cavernas no desayunaban con lattes skinny, ¿no? Por primera vez en la semana, cometí el pecadillo de beber uno por la mañana. Pero díganme, ¿hay algo más placentero que disfrutar de un buen café a primera hora del domingo?

Pero por el resto del día me porté bien: almorcé en un restaurante y me pedí esta deliciosa ensalada.

Foto: Cortesía Voices Inc. 

Día 4

El lunes me desperté tarde, por lo que no tuve tiempo de desayunar. Eso sí: a media mañana me escapé a un café y me pedí una ensalada de frutas (mientras envidiaba el café con tostadas de mi amiga).

Y, ¿saben qué almorcé? Pues, otra ensalada de frutas.

Un tip: si prueban esta dieta, asegúrense de llevarse el almuerzo al trabajo, o de tener el número de un buen delivery que venda otra cosa que pizzas, sándwiches o pastas. De lo contrario, podrían sentirse cranky durante todo el día, especialmente si una compañera trae un delicioso pastel que no puedes comer a la oficina, como me pasó a mí. Igualmente, por la noche disfruté de un merecido bistec.

Día 5

Este fue el día en que noté algunas diferencias en cómo me sentía físicamente: me levanté con más energía (y más temprano, no fuera a ser que no tuviera tiempo de preparar mi almuerzo), y tenía la sensación de estar más liviana y deshinchada. Además, mi barriga no se peleaba con la cintura de mi falda de tiro alto, lo que siempre es una buena noticia.

Y, ¿saben quién estuvo encantada con mi dieta? Mi perrita, quien ligó las sobras de las costillitas con vegetales horneados que preparé por la noche.

Día 6

¿A quién se le ocurre hacer esta dieta en los días previos a Thanksgiving? La tarde del miércoles, me dediqué a preparar un pecan pie, y a pesar de que me esforcé por no probar ni un bocadito de la mezcla de azúcar negra y miel, no me pude resistir. Pero, una chef debe probar cada cosa que prepara, ¿verdad?

Foto: Cortesía Voices Inc. 

Día 7

Pavo, puré de patatas (sin mantequilla pero con algo de leche) y ensalada se convirtieron en la base de mi comida de Thanksgiving, pero debo confesar que no ignoré las deliciosas batatas glaseadas que prepara mi abuela cada año. 

Foto: Cortesía Voices Inc. 

Además, acompañé mi cena con una copa de vino, también prohibido. Y, ¿saben qué? Lo hice sin culpa, porque en otro momento quizás que hubiera bebido más, ignorado la ensalada y comido dos porciones de pastel de calabaza.

¿Qué descubrí?

Que debo pensar más en lo que me llevo a la boca. Esta semana se me hizo algo cuesta arriba, pero me ayudó a ser más consciente de lo que elijo para alimentarme. Además, me hizo dar cuenta que a veces consumo cosas que no me hacen bien tan solo por costumbre.

Por ejemplo, en un almuerzo en un restaurant, ordené sin pensar un refresco diet. Cuando la camarera lo trajo debí pedirle disculpas y devolverlo.

Que tengo más energía. Especialmente en los últimos días, creo que me levanto más descansada, y que por la noche tengo más ganas de hacer planes. Y eso de irme a dormir con el maquillaje puesto cuando llego de salir porque no tengo las fuerzas suficientes para quitármelo (vamos, todas lo hemos hecho alguna vez), es cosa del pasado.

Que para mí, la vida sin chocolate puede ser muy dura, y que ninguna fruta logra el inmenso placer que éste me provee. Pero, ¿es necesario comerlo cada día? Pues no, y planeo espaciar más estos pequeños gustos en el futuro.

Que no se trata de hacer “todo o nada”. Creo que esta dieta, como todas, no es para todo el mundo, y que es importante adecuarla a los gustos y estilo de vida de cada persona. En mi caso, por ejemplo, respetar mi latte mañanero podría haber sido bueno, y es lo que me gustaría hacer los próximos días… Porque sí, chicas, la comodidad y energía que siente mi cuerpo me han dado las suficientes fuerzas para probar esta dieta, al menos, por una semanita más.

Y ustedes, ¿se animarían a probar la dieta Paleo por una semana? Eso sí: antes de hacer cualquier cambio en la alimentación, es importante consultar con un profesional de la salud.

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